El genocidio de la Conquista del Desierto argentino
“La conquista del desierto argentino”
"¿Lograremos exterminar los indios? Por los salvajes de América siento una invencible repugnancia sin poderlo remediar"
-Domingo Faustino Sarmiento-
Desde que el hombre blanco puso sus pies en tierras americanas solo trajo un verdadero infierno a estas latitudes. Sus pobladores autóctonos se sintieron invadidos por estas personas que solo tenían un propósito en sus mentes: invadir, saquear, matar al que se interponga, colonizar a costa del terror. Después de la creación del virreinato y una fuerte presencia política y militar se hizo posible establecer una frontera con el mal llamado “indio” para alejarlo de la civilización y sus residencias.
Juan Manuel de Rosas allá por 1833, fue unos de los primeros que comenzó con esta nueva manera de limpieza, ya que los estancieros se quejaban de los constantes robos de ganado perpetrados por los indígenas. La campaña fue financiada por los estancieros y la misma provincia. Según un informe que Rosas presentó al gobierno de Buenos Aires a poco de comenzar la conquista, el saldo fue de 3.200 indios muertos, 1.200 prisioneros y se rescataron 1.000 cautivos blancos. Bartolomé Mitre también colaboró con la causa hacia 1855, era coronel y fue enviado hacia la zona de Azul para reprimir, pero sus tropas mientras descansaban fueron sorprendidas y castigadas por los guerreros del Cacique Calfucurá (jefe indígena y cacique general de las pampas). En el gobierno de Nicolás Avellaneda, su ministro de guerra: Alsina, propuso extender la línea fronteriza hacia el sur de Buenos Aires. Su plan era muy amplio: crear fortines, poblados, poner líneas telegráficas y cavar una gran fosa para evitar que los aborígenes se llevaran los animales. Alsina muere antes de poder ver en acción sus ideas y es reemplazado por Julio A. Roca. Este nuevo ministro de guerra habría dicho: "Tenemos seis mil soldados armados con los últimos inventos modernos de la guerra, para oponerlos a dos mil indios que no tienen otra defensa que la dispersión ni otras armas que la lanza primitiva".
Roca llevo a cabo una de las masacres más terribles de Argentina en contra los naturales, en 1879. Escondida bajo el nombre de “Campaña del desierto” sobre la tierra donde vivían los originarios. El Ejército argentino marchó sobre los pueblos originarios y perpetró un verdadero genocidio. Roca reestableció la esclavitud en Argentina (eliminada en 1813).
En los diarios argentinos se podía leer: “Hoy reparto de indios. A toda familia que requiera se le entregará un varón como peón, una china como sirvienta o un chinito como mandadero”.
También se repartieron 42 millones de hectáreas a 1.800 estancieros integrantes de la Sociedad Rural. Al presidente de la Sociedad Rural, el señor José María Martínez de Hoz, se le entregaron 2.500.000 ha. Los Martínez de Hoz eran una familia de españoles que habían llegado al Virreinato del Río de la Plata cuando era de dominio español como traficantes de esclavos.
El resultado fue de 14.000 indígenas muertos y unas 14.600 personas convertidas a la fuerza en esclavas para trabajar en las zafras de caña de azúcar o en las fortificaciones militares. A las mujeres se las llevaban de sirvientas, separándolas de sus hijos, esos niños que no entendían que ocurría y madres que no sabían explicar. A esos niños los vendían como esclavos para las grandes familias burguesas. Aquellos que se habían salvado de la masacre comenzarían su peor periodo de hambre e indigencia injustificada, se los trasladaba caminando encadenados más de 1.400 kilómetros desde la cordillera hasta los puertos de Buenos Aires.
En Rio Negro se montó un campo de concentración, Daniel Evans, colono Galés sostuvo: “En esa reducción creo que se encontraba la mayoría de los indios de la Patagonia. (…) Estaban cercados por alambre tejido de gran altura, en ese patio los indios deambulaban, trataban de reconocernos, ellos sabían que éramos galeses del Valle del Chubut. Algunos aferrados del alambre con sus grandes manos huesudas y resecas por el viento, intentaban hacerse entender hablando un poco de castellano y un poco de galés: poco bara chiñor, poco bara chiñor” (un poco de pan señor).”
Testimonios de los mismos aborígenes describían su padecer: “La forma que lo arriaban…uno si se cansaba por ahí, de a pie todo, se cansaba lo sacaban el sable lo cortaban en lo garrone. La gente que se cansaba y…iba de a pie. Ahí quedaba nomá, vivo, desgarronado, cortado. Y eso claro… muy triste, muy largo tamién… Hay que tener corazón porque… casi prefiero no contarlo porque é muy triste. Muy triste esto dotor, Yo me recuerdo bien por lo que contaba mi pobre viejo paz descanse. Mi papa; en la forma que ellos trataban. Dice que un primo d”él cansó, no pudo caminar más, y entonces agarraron lo estiraron las dos pierna y uno lo capó igual que un animal. Y todo eso… a mí me… casi no tengo coraje de contarla. Es historia… es una cosa muy vieja, nadie la va a contar tampoco, no?...único yo que voy quedando… conocé… Dios grande será… porque yo escuché hablar mi pagre, comersar…porque mi pagre anduvo mucho… (…)”
Una vez en Buenos Aires, los hacían desfilar encadenados por las calles para demostrar su poder, como si fueran un trofeo de caza. Luego se los depositaba en un Hotel de Inmigrantes en la isla Martin García, hasta que llegara el día donde los comenzarían a vender como cosas. Así lo cuenta el diario El Nacional de la época: “Entrega de indios”: “Los miércoles y los viernes se efectuará la entrega de indios y chinas a las familias de esta ciudad, por medio de la Sociedad de Beneficencia”
Era muy normal para las damas de la alta sociedad ir a este “mercado de indios” a buscar mucamas, cocineras, niños para regalar y toda clase de servidumbre para explotar. Los llantos de los niños al separarse de sus madres, los gritos, la desesperación parecía no entrar en los oídos de estas damas de la beneficencia.
Las enfermedades contraídas por los blancos, el hambre, la pobreza solo aceleraron más mortandad de estas personas en la Patagonia. El completo abandono por parte del Estado década tras década, gobierno tras gobierno hacia estas culturas es tan real como la ignorancia vivida y enseñada en los establecimientos educativos. Donde nos enseñan que “el otro” por ser diferente es malo, es feo, es menos; entonces hay que eliminarlo y despojarlo para vivir mejor. De este modo se fue extinguiendo una cultura completa en este país, como en el resto de América donde la “Historia Oficial” no la contará, sin embargo existe una verdadera historia y merece ser contada.
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Martínez de Hoz y tantos otros apellidos patricios
ResponderEliminarque deberíamos conocer y sob integrantes de la oligarquía vacuna de la Sociedad Rural que ayer perseguían a los pueblos
indígenas y después al pueblo peronista.