La Guerra dels Segadors de 1640
La Guerra dels Segadors de 1640.
La Guerra dels Segadors acaecida en 1640 fue una revuelta en suelo catalán que supuso una momentánea pérdida de hegemonía de la monarquía hispánica en esos territorios. Para entender el proceso debemos adentrarnos en el contexto económico y social del momento.
El siglo XVII fue un siglo de profunda crisis en los territorios de la corona española. La crisis demográfica vivida por un periodo de malas cosechas, sucesivas epidemias de peste, guerras y la expulsión de más de 300.000 moriscos en 1609, vino acompañada de una profunda crisis económica que desembocó en varias suspensiones de pagos de la hacienda española. A estos gravísimos problemas había que añadir la polarización social con una nobleza aún dominante y muy minoritaria (apenas suponían el 10% de la población), un clero menos numeroso pero en crecimiento, una burguesía que en las ciudades iba tomando relevancia y el grupo más numeroso que eran los campesinos aún sometidos a las duras condiciones del sistema feudal. Los enfrentamientos entre la nobleza y la monarquía característicos de la baja Edad Media fueron muy intensos en Cataluña desde el siglo XV cuando la lucha de los campesinos contra los “malos usos” y las remesas (pago que debían hacer al Señor para poder liberarse de la tierra que trabajaban) desembocaron en 1486 en la Sentencia Arbitral de Guadalupe firmada por Fernando el Católico. Esta suponía el fin de los “malos usos” pero a la vez reafirmaba el sistema señorial que, a la postre, continuaba sometiendo a los campesinos a condiciones de semi-vasallaje. Fue este el primer síntoma de la crisis estructural que vivía el sistema feudal y que se acentuará en el siglo XVII por las razones antes expuestas.
La llegada de los Austrias a la Corona española con Carlos I en 1516 fue el inicio de un periodo de expansión del llamado Imperio español sin precedentes. De su abuela materna (Isabel la Católica) heredó la corona de Castilla y los territorios de América, de su abuelo materno (Fernando el Católico) la Corona de Aragón así como Nápoles, Córcega, Cerdeña y Sicilia, de su padre (Felipe el Hermoso) recibió los Países Bajos, el Franco Condado y el Condado de Charloais y, por último de su abuelo paterno Maximiliano recibió el archiducado de Austria y los derechos imperiales. La época de los llamados “Austrias mayores” que comprende el reinado de Carlos I (1516-1556) y de Felipe II (1556-1598), fue una época de prosperidad de la Corona española, no solo porque las crisis demográficas y sociales acaecidas en el siglo anterior habían sido momentáneamente aplacadas, sino porque a nivel económico la crisis sistémica de la hacienda española quedaba ocultada por las ingentes cantidades de oro y plata que llegaban de los territorios americanos. Sin embargo con la llegada de los “Austrias menores”: Felipe III (1598-1621), Felipe IV (1621-1665) y Carlos II (1665-1700) se produjo el definitivo colapso de los Habsburgo.
Fue precisamente durante el reinado de Felipe IV cuando se produjo la Guerra que analizamos. Esta se desarrolló en el contexto de las llamadas “Revueltas de 1640” ya que casi simultáneamente se produjo la Guerra del Segadors, La Revuelta de Portugal y el intento secesionista andaluz por parte del Duque de Medina Sidonia. ¿Qué razones hubo para esta situación de inestabilidad política? En primer lugar debemos analizar la figura del valido que comenzó a usarse en época de Felipe III. Se trataba de un hombre de la máxima confianza del Rey que de facto, ante la falta de interés de los propios monarcas más preocupados en sus quehaceres que en las labores de gobierno, asumieron las funciones que antes correspondían a los reyes y comenzaron a gobernar con la casi total ausencia de los Reyes en la toma de decisiones importantes. En este sentido cabe mencionar cómo el valido de Felipe III, el Duque de Lerma, trasladó la capital del reino de Madrid a Valladolid para estar más cerca de sus dominios. La segunda razón que explica la crisis política vivida en el silgo XVII son los enfrentamientos político-religiosos que la corona española mantuvo con diversos países europeos como Francia o Países Bajos. Estos enfrentamientos dieron lugar a diversas guerras que no solo mermaron las arcas públicas, sino que exigieron la formación de un ejército más numeroso y profesionalizado. Para dar respuesta a esta necesidad el Conde-Duque de Olivares, valido de Felipe IV, creó en 1626 la Unión de Armas por la cual “todos los reinos, estados y señoríos” de la Monarquía Hispánica contribuían con hombres y dinero a la formación de un ejército en proporción a su riqueza y a su población. El proyecto de la Unión de Armas suponía la creación de un ejército de reserva de más de 140.000 hombres reclutados y mantenidos por los diferentes reinos.
La Guerra de los 30 años (1618-1648) fue un enfrentamiento que se dio en Europa central en la que participaron casi todas las potencias europeos. En principio fue un conflicto de carácter religioso entre los partidarios de la reforma y los contrarreformistas pero paulatinamente se fue convirtiendo en un conflicto a escala mundial. La entrada de Francia en el mismo en 1635 marcó el inicio de la Guerra del Segadors que analizamos. Cuando Francia entró en el conflicto la Corona Hispánica decidió movilizar a su potente ejército a zonas fronterizas para estar preparados para entrar en combate en caso de necesidad. Miles de soldados se dirigieron a Cataluña y por orden real se obligó a los vecinos de las zona donde se concentraban a alojarlos en sus casas. Se ha escrito mucho acerca de cómo esto afectó negativamente al ya mermado campo catalán, como a consecuencia de esta obligación hubo zonas que perdieron el 80% de su población, y como la presencia de soldados, que se trasladaban constantemente de unos lugares a otros, eran en muchas ocasiones causa de contagio de enfermedades venéreas o tifus. Teniendo esto en cuenta ¿qué supuso para el campesino medio catalán esta coyuntura? Sin duda supuso un mayor empobrecimiento, los anteriores a 1640 no había habido buenas cosechas y una epidemia de peste asolaba en sur de Francia (por lo que los tercios que venían del Rosellón podían contagiar la enfermedad). Así pues las negativas consecuencias de la Guerra y su incidencia en el campo están en el origen de las revueltas de 1640. El campesinado reaccionó contra lo que consideró otro abuso que suponía ponerles casi al borde de la muerte por pura asfixia económica o por contacto con enfermedades mortales.
La revuelta de 1640 comenzó en mayo de ese año cuando los campesinos comenzaron a organizar pequeñas revueltas y escaramuzas con el objetivo de expulsar a los tercios de aquellas comarcas. Comenzaron a atacar casas señoriales pero también casas nobles en la idea de que todo rico pertenecía a un sistema, a una monarquía absoluta, que permitía esos abusos. De esta manera la revuelta se extendió desde el campo a la ciudad. El punto álgido de la revuelta tuvo lugar el 7 de junio de 1640 (día del Corpus Christi) cuando los segadores bajaban del campo a la ciudad para las festividades. El llamado “Corpus de la sangre” comenzó por un altercado entre segadores y soldados reales en el que un segador salió mal herido. A partir de la ahí las revueltas de los segadores, a los que apoyaron mucha población local, se generalizaron y los altercados se sucedieron llegando a morir el Virrey en Cataluña, el Conde de Santa Coloma. Esta muerte marcó el comienzo de la Guerra del Segadors. Con la muerte del Virrey se destruyó el orden público y las instituciones de administración de justicia al mismo tiempo que las revueltas, fundamentalmente en el campo catalán, pero también en las ciudades, fueron generalizadas. De lo acontecido en aquellos meses hay muy poca información aunque la constancia de que los sublevados se dirigieron contra propietarios rurales y de que quemaron actas notariales, nos permite concluir que nos encontramos ante un movimiento de resistencia colectiva el campesinado contra la estructura social agraria establecida en la Sentencia Arbitral de Guadalupe.
La reacción de la nobleza ante esta sublevación agraria fue variada. Algunos optaron por huir a Mallorca o zonas dominadas por el ejército real como Tarragona, otros aceptaron cargos militares, y la gran mayoría se refugió en sus casas esperando la resolución del conflicto. Para evitar la conflictividad social e intentar establecer un orden que acabara de una vez con los disturbios Pau Claris, al frente de la Generalitat, puso el territorio catalán bajo soberanía francesa. Francia, enemiga de Felipe IV, aprovechó la oportunidad brindada y envió a Cataluña un ejército para defender dicha soberanía frente a las tropas de la monarquía hispánica. Fue así como Cataluña se convirtió en centro de batalla de la guerra librada entre Francia y la monarquía de Felipe IV. Tensando aún más la situación Luis XIII nombró virrey francés en Cataluña. Se suceden entonces unos años (1641-1648) en los que Francia va a conquistar territorios como el Rosellón o Lérida. La Paz de Westaflia de 1648 que puso punto y final a la Guerra de los 30 años, supone un punto de inflexión en el conflicto y Francia y Países Bajos comienzan a perder interés por el territorio catalán. La ofensiva hispánica vendrá en 1651 cuando Felipe IV, aprovechando el descontento de la población catalana con la soberanía francesa, manda a Juan José de Austria y sus tropas a asediar Barcelona. En 1652 el ejército francocatalán reconoce la autoridad de Felipe IV quien a su vez ratificó el respeto por la leyes catalanas en la Paz de los Pirineos en 1659.
Fue este por tanto un conflicto con una doble vertiente, social y política fraguadas durante siglos de abusos feudales contra los más débiles (los campesinos), y políticos ante un intento de homogeneización del imperio en un contexto sangrante de guerras europeas.
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