Proceso de Reorganización Nacional argentino


Proceso de Reorganización Nacional argentino


En el año 1976 Isabel Perón era presidente de Argentina, después de la muerte de Juan Domingo Perón en julio de 1974, ella queda a cargo. No tenía mucha experiencia para los problemas económicos ni políticos por lo que estaba atravesando el país, y eso inevitablemente quizá ayudó a que otros alteraran el destino de un país. El 24 de marzo de 1976 la Junta Militar, integrada por los comandantes de las tres fuerzas: Jorge R. Videla (Ejército), Emilio E. Massera (Marina) y Orlando R. Agosti (Aeronáutica), derrocaron al gobierno de María Estela Martínez de Perón e inauguraron lo que se denominó “Proceso de Reorganización Nacional”.



Una de sus primeras medidas fue el establecimiento de la pena de muerte para quienes hirieran o mataran a cualquier integrante de las fuerzas de seguridad, luego siguieron la “limpieza” de la Corte Suprema de Justicia, el allanamiento y la intervención de los sindicatos, la prohibición de toda actividad política, la fuerte censura sobre los medios de comunicación, el reemplazo del Congreso por la Comisión de Asesoramiento Legislativo (CAL), también integrada por civiles y militares, cuyas funciones nunca se precisaron detalladamente, prohíben las huelgas, suprimen los derechos de los trabajadores, suspenden la vigencia del Estatuto del Docente, clausuran locales nocturnos, ordenan el corte de pelo para los hombres, queman miles de libros y revistas considerados peligrosos, se apoderan de numerosos organismos.
El reordenamiento político iba acompañado por el económico. El mercado asumió un rol central y por lo tanto se redujo el carácter benefactor del Estado, se agotaba el empleo, la industrialización y el crecimiento social, sindical y político de la clase obrera. La política desarrollada por el gabinete de Martínez de Hoz (ministro de Economía durante el gobierno de Videla) buscó refundar la economía y la sociedad argentina. Anunció su plan para contener la inflación, detener la especulación y estimular las inversiones extranjeras, algo totalmente coherente para los objetivos del nuevo gobierno. Durante este período, la deuda empresaria y las deudas externas pública y privada se duplicaron. La deuda privada pronto se estatizó, cerrando aún más la capacidad de regulación estatal.


Con el tiempo fue muy evidente que las Fuerzas Armadas asumieron el poder como representantes de los intereses de los grandes grupos económicos, todo esto para desmantelar el aparato productivo del país.
Argentina entró en una etapa muy traumática, algunos investigadores la llamaron “disciplinamiento social”. Había que disciplinar a la sociedad que estaba desbordada, para ello la Junta Militar impuso el terrorismo de Estado, había que enfrentar las acciones guerrilleras, a los subversivos. El régimen militar puso en marcha una represión implacable sobre todas las fuerzas democráticas: políticas, sociales y sindicales, con el objetivo de someter a la población mediante el terror de Estado para instaurar terror en la población y así imponer el "orden". Se inauguró el proceso autoritario más sangriento que registra la historia de Argentina. Estudiantes, sindicalistas, intelectuales, profesionales y otros fueron secuestrados, asesinados y "desaparecieron". Mientras tanto, mucha gente se exilió, entre ellos pensadores, filósofos, artistas populares.
La dictadura de 1976 completó y profundizó el “proyecto” de persecución y exterminio que comenzara sistemáticamente con la Triple A, (hacia aquellos con ideologías políticas comunistas o de izquierdas) liderada por Lopez Rega político, ministro y policía argentino, conocido por su influencia sobre Perón.
Las torturas implementadas a todos los que entraban en la categoría de "enemigos de la nación consistían en la desaparición de personas, las cuales en realidad eran llevadas a centros clandestinos de detención, operados por las FFAA., donde se los sometía a interrogatorios basados en tormentos físicos. En estos centros del horror se detenía, se torturaba y se asesinaba a personas, a las mujeres que ingresaban embarazadas, les tocaba parir ahí, quitándoles a sus hijos recién nacidos, y también su vida. La mayoría de esos bebes eran adoptados por los mismos asesinos de sus madres y criados por estos. Algunos de los centros más famosos del país son, la ESMA, el Vesubio, El Garage Olimpo, El Pozo de Banfield o La Perla, la Mansión Seré. Existieron 340 distribuidos por todo el territorio. Locales civiles, dependencias policiales o de las propias fuerzas armadas fueron acondicionados para funcionar como centros clandestinos. Estas cárceles clandestinas tenían una estructura similar: una zona dedicada a los interrogatorios y tortura, y otra, donde permanecían los secuestrados. Ser secuestrado o "chupado", según la jerga represora, significaba ser fusilado o ser arrojado al río desde un avión o helicóptero.

Desde 1976 hasta 1983 argentina retrocedió ampliamente en todo aspecto, en el medio pasaron el conflicto por el canal de Beagle con Chile, un mundial de futbol que camuflaba las pesadillas vividas ante el resto del mundo, un deterioro político y económico inocultable, la innecesaria guerra de Malvinas. Los muertos, exiliados, torturados, desaparecidos, los expulsados del mundo del trabajo gracias a las políticas económicas, la injusticia vivida. En 1983 la democracia volvió a un país quebrado en mil pedazos.
"Si no están, no existen, y como no existen no están. Los desaparecidos son eso, desaparecidos; no están ni vivos ni muertos; están desaparecidos".
Jorge Rafael Videla


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